Roberto Arlt - Apuntes biográficos

Arlt: “El niño - el hombre”

Sus padres eran dos inmigrantes europeos llegados hacía poco al país: el padre, Carlos Arlt, alemán de Posen (hoy Poznan, Polonia), tiene treinta y dos años al arribar a Buenos Aires y, según parece, es desertor del ejército imperial; la madre, Catalina Lobstraibitzer, ha nacido en una aldea tirolesa y luego vivido en Trieste, y su lengua natal es el italiano. En los primeros años del siglo, la vida de la familia Arlt (engrosada con la llegada de la hermana menor de Roberto, Lila, que, aún joven, habría de morir de tuberculosis) se arrastra penosamente, de acuerdo con los moldes económicos y sociales en que se mueve la inmigración urbana de aquella época. Carlos Arlt conoce algo de vidriería, otro poco de contabilidad, y tiene un carácter bohemio que no le permite afincarse en un lugar determinado. Abandona durante meses a su familia para irse a trabajar al interior, a Corrientes, a las compañías yerbateras de Misiones. Su regreso no resuelve ninguno de los problemas que asedian al grupo familiar, pues vuelve con las manos tan vacías como a su partida.
Resulta particularmente importante, para la más completa comprensión de la obra del escritor, hablar del carácter de sus padres y de las interrelaciones familiares establecidas en el hogar. Según todos los testimonios, el áspero genio y la inclinación autoritaria del padre hicieron difícil la relación con el hijo varón desde la infancia de éste. Más tarde, el conflicto se agudizó, Roberto adoptó una actitud de franca rebelión frente a las exigencias paternas, y terminó por abandonar su casa, apenas salido de la adolescencia. Se ha observado que en las novelas de Arlt, el padre, cuando existe, pues lo que se da generalmente son grupos familiares presididos por viudas, dentro de sistemas más o menos matriarcales, desempeña un papel negativo y destructivo para los hijos; a esto hay que añadir que tampoco ninguno de los protagonistas de esas novelas asume la paternidad; más aún, ninguno de ellos tiene hijos, a excepción de Balder, en El amor brujo, que siente total indiferencia hacia el niño. El temperamento de la madre de Arlt, por su parte, era opuesto diametralmente al de su marido: imaginativa, melancólica, no desprovista de sensibilidad estética, la  guió las primeras lecturas de su hijo y le recitó los versos que había aprendido en su juventud. Más tarde, esta mujer habría de volcarse hacia el espiritismo, la astrología y experiencias parapsíquicas diversas, como subrayando la influencia que estos rasgos, tuvieron en la formación del hijo. Los viajes del padre, como se ha visto, no modifican la situación de la familia Arlt, que se define por una pobreza casi extrema. Frecuentes cambios de domicilio nada agregan ni quitan a la desdicha cotidiana: se trata de sustituciones más o menos disimuladas de un inquilinato por otro, en que el factor económico es causa determinante. Roberto, indisciplinado y un poco vagabundo, no tiene suerte en la escuela ni gusta de ella: "He cursado las escuelas primarias hasta el tercer grado. Luego me echaron por inútil. Fui alumno de la Escuela de Mecánica de la Armada. Me echaron por inútil". Desde chico, desempeña diversos oficios y pequeños empleos: dependiente de librería, aprendiz de hojalatero, mecánico, corredor de artículos.
A los dieciséis años Arlt abandona el hogar y se va a Córdoba, donde tiene una aventura sentimental. Vive allí un par de años y trabaja duramente para ganarse la vida. Tiene 20 años cuando conoce a Carmen Antinucci, con quien habrá de casarse poco después. Con su mujer, atacada por una incipiente tuberculosis, se instala en las sierras de Córdoba, e invierte en vagos negocios los 25.000 pesos traídos por Carmen como dote al matrimonio. Mientras tanto, ha nacido Mirta, hija de la pareja. Los negocios urdidos por Arlt fracasan, el dinero se acaba y todos deben volver a Bs. As.
La crisis mundial ronda por ese tiempo, como se ha dicho ya, a nuestro país, y lo sacude violentamente en 1930, con la revolución del 6 de septiembre. Arlt, si bien jamás afiliado a partido político alguno, ha participado ya de varias organizaciones de izquierda, y después de 1930 se cuenta entre los opositores del gobierno de Uriburu. Sus simpatías personales, están por la revolución social.
Durante toda la década del 30, la situación económica de Arlt sigue siendo inestable, y la relación con su esposa, ya muy enferma, sufre bruscas caídas y reconciliaciones más o menos pasajeras. Un respiro para el escritor es un viaje de un año a España, donde va como corresponsal de El Mundo. Es 1935, y ya flota en la península el aire trágico que anuncia la guerra civil. De vuelta en la Argentina, Arlt retoma su vieja afición de inventor, basada en conocimientos científicos autodidácticos y no siempre muy ortodoxos. Cree seriamente en uno de sus hallazgos, la vulcanización de medias de mujer.
En 1940 muere su esposa, y poco después Arlt se casa por segunda vez, con Elizabeth Shine. El 26 de julio de 1942, a la madrugada, después de haber presenciado un ensayo en el Teatro del Pueblo y de haber votado en las elecciones del Círculo de la Prensa, el escritor muere de un ataque cardíaco.

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